viernes, 21 de noviembre de 2008

La Aldea espejismo Capítulo 4.1.






Nara Kertch










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Ghoss y Wolx no podían creer lo que estaba ocurriendo... Un pingüino parlante les estaba dando de leches, y no conseguían quitarselo de encima. El bicho saltaba de la cara de uno a la de otro obligándoles a chuparle las pelotillas, bailaba, o les daba de tortazos. Cuando Ghoss trataba de desvancecerse, le lanzaba un chorro de excrementos, y cuando Wolx le lanzaba chorros de agua, el pingüino los remontaba surfeando y le daba un aletazo en la cara al llegar hasta él.


-¡¡Qué os pasa, paletos!! ¡Os voy a convertir en mi pareja particular de putitas! ¿Es que no lo entendéis? Ese chico rubio de ahí es amigo de mi dueño, y parece que le estabais molestando, ¡así que ahora os voy a patear el culo!









Tras un rato de pelea encarnizada, en la que el animal les estaba dando una soberana paliza, Wolx consiguió invocar unas cuantas orcas, que vinieron por el mar, persiguiendo al pingüino, y este tuvo que salir nadando a toda prisa, mientras seguía insultando y vacilando a la pareja.

Entonces, apareció un personaje de apariencia muy relajada. Caminaba con pasos tranquilos, como si no llevara ningun prisa, mientras sostenía entre sus manos una revista erótica. Se giró hacia los otros dos y les sonrió con una evidente mueca de burla.

-Vaaya... Parece que sois más inútiles que de costumbre... Ahora os dejáis aplastar hasta por un pingüino... Se lo contaría al jefe, pero me da taanta pereza. En lugar de eso creo que me tumbaré aquí.
¡Eh! ¡Ghoss! ¿Puedes traerme algo para picar? Anda, sé buen chico, ¿eh?




-¡¡Pero qué te has creído!! ¡¡Serás gilipollas!! No has aparecido por aquí en los últimos tres meses, ¿¿y ahora vienes a vacilarnos?? Nick, que sepas que hemos sido duramente castigados por dejar escaparse a dos porretas legendarios, y todo por tu culpa...
Y encima querrás cobrar por no haber hecho nada, ¿verdad?
¡¡Pues de eso nada!! Voy a decirle al jefe a lo que te dedicas y...



-¡Adelante! Diselo al jefe, pero deja de darme el coñazo, anda, y tú traeme una botella de ginebra. ¡¡¿¿Ghoss?? ¿¿qué pasa con esos panchitos??!!






Curiosamente, Ghoss estaba obedeciendo al recién llegado con cara de pavor. Se giró hacia Wolx, y le susurró algo al oído.
La expresión de este cambió también hacia el miedo más absoluto, mientras se levantaba hacia la nevera a toda prisa.
Nick bostezó... Y luego sonrió.



Mientras, Kertch y Pyros corrían rumbo al puerto... No podían quedarse en aquella isla por más tiempo. Mientras bordeaban la costa, vieron al pingüino nadando a toda velocidad, vacilando a las orcas.
Kertch juraría que el animal le guiñó uno de sus ojos rojizos antes de desaparecer en el horizonte.
Cuando al fin llegaron a puerto (cosa que no les llevó mucho, puesto que apenas habían explorado la isla cuando habían tenido el desagradable encuentro con sus captores), se subieron al ferry que les llevaría a la siguiente isla, y saltaron a bordo mientras este se ponía en marcha.

Tras un rato de navegación, escondidos en la bodega, los tres llegaron a la segunda isla de la ruta a la Niebla.

Esperaron a que todos se bajasen del barco, y mientras repostaban, Kertch, Pyros e Hino aprovecharon para bajar sin ser vistos. Una vez en tierra, el peliverde se fijó en el cartel de la bienvenida a la Aldea. En él ponía:

"Bienvenidos a la Aldea espejismo, donde nada es lo que parece; y donde lo que aparenta ser, sin serlo, revela su ser."



-¿Eh? Es una forma muy extraña de atraer turistas...
¿Qué clase de promoción es esta para una isla?







-Oye... Kertch... Esto es un coñazo... Esperaba llegar a una isla tropical, llena de plantas para que el renacuajo me recomendara, pero en vez de eso... Aquí todo son edificios, cristales y espejos. Menudo coñazo de Aldea, vamonoos...





-De eso nada. El próximo ferry no sale hasta mañana... Con el que cogimos para acá hemos tenido mucha, muchísima suerte, pero ahora tenemos que descansar aquí y comer algo.
Además, los de la Liga no tardarán en aparecer, así que no nos vendría mal juntarnos con el grupo ese de turistas que se bajó del barco, para pasar desapercibidos.




-Tíoos... Esta isla me da mal rollo, es como si escondiera algo...
Y es todo tan extraño... ¡Mirad el suelo! ¡Es de cristal! ¡Qué clase de isla tiene el suelo hecho con cristal!




Kertch miró a sus pies, y se asombró al ver que Hino tenía razón. Podía ver cientos de peces moverse con la marea ahí abajo. Pero no le parecía un espectáculo siniestro, sino enormemente hermoso. Seguramente el genin estaba asustado, y por eso creía tener esos malos presentimientos.


-Tonterías, estás fumao. Y dejad ya de quejaros, que los guiris se van sin nosotros. ¡Vamos, andando!






Los tres se unieron al grupo de turistas, y entraron en la Aldea, donde un grupo de hombres con extrañas vestimentas semitransparentes les acogieron risueños.

-Qué tipejos tan raros... Menos mal que al menos llevan ropa interior. ¡Pero por qué no podían venir a saludarnos las mujeres de la Aldea!




Kertch le mandó callar, porque los turistas se habían vuelto hacia ellos con cara de odio, pero también le parecía todo muy extraño. Los indígenas se portaron de forma muy amable con ellos, les llevaron a una posada muy acogedora para que pasaran la noche, y les informaron de que al día siguiente les llevarían al monte-jaula, el único lugar de la isla que no estaba hecho de cristal ni espejo, sino que había sido construído con metal y hormigón importados.
El grupo de guiris, que parecía ser un poco subnormal, aplaudió la noticia, mientras se iban al comedor y luego a sus habitaciones, pero los tres ninjas se miraron entre ellos con cara de sorpresa.


-¿¿Monte-jaula?? ¿Pero qué coño están diciendo? ¿Nadie se da cuenta de lo sospechoso que suena eso?
Menuda panda de gilipollas...






-Mierda... Parece que no es voluntario... Según la guía, todo el que viene a la isla tiene derecho a comida y alojamiento gratuito, pero debe ir obligatoriamente a rendir tributo al dios protector de la Isla, un tal "Tomás, el loco". ¿Pero qué clase de nombre es ese para un dios?



A la mañana siguiente, después del desayundo, los tres fueron informados de que el ferry para salir de la isla salía al mediodía, y que los billetes también eran gratuitos, pero la única forma de obtenerlos era pedírselos a uno de los encargados, en lo alto del monte-jaula.

Así que, resignados, y decididos a ir con mucho cuidado, los tres acompañaron al grupo de turistas y sus guías semidesnudos hasta la cima del extraño monte metalizado.

Una vez arriba, distinguieron una gigantesca estructura con el aspecto de un búnquer hecho con hormigón, con forma de pirámide, cuya puerta estaba separada del exterior por un túnel de metal. Las paredes del túnel estaban revestidas con unos espejos muy brillantes. Según el guía, estos espejos revelavan la auténtica naturaleza de las personas.

Mientras los recorrían, Kertch se percató de que Pyros se había ido acercando cada vez más al jefe de los guías con un papel de fumar a su medida cortado, y, pasito a pasito iba babeando, cada vez más próximo a su víctima. Salió corriendo detrás de él para frenarlo y lo sujetó por los brazos, mientras sonreía con nerviosismo al resto de viajeros, que les miraban extrañados.

Hino, que iba detrás de ellos, se estaba frotando con fuerza los ojos... Al pasar frente al espejo, le había parecido ver que tanto Kertch como Pyros, eran los únicos de todo el grupo que no habían generado ningún reflejo...
Sacudiendo la cabeza, se dijo a si mismo que eso solo ocurría en las historias de vampiros, y que debía ser aún más selectivo con lo que fumaba.

La comitiva llegó a una sala enorme, donde no pudieron seguir avanzando, puesto que una hilera de barrotes les impedía el paso.
Uno de los guardas les dijo que les abriría la puerta para seguir avanzando, y que les avisarían cuando hubieran rezado al dios Tomás. Luego, les darían los billetes y podrían irse.

Antes de que nadie pudiera responder, el guarda abrió la puerta a toda velocidad y los empujó a todos dentro de la enorme jaula, con miedo en la mirada, antes de cerrar corriendo, y suspirar una vez se hubo asegurado de que los más de 40 candados estaban en su sitio y bien cerrados.


-Mierda... Nos han encerrado. Sabía que esto era una trampa, pero tiene que haber alguna manera de conseguir esos billetes.
Tal vez los guardas aún los lleven, y si rompemos esos barrotes con el fuego de Pyros y luego...







-Esto... Keeertch... Creo que tenemos un problema mucho más importante ahora mismo... Justo enfrente.





Kertch se giró con cara de mosqueo, dispuesto a pegar a Hino por romper su concentración, cuando descubrió el motivo de aquella gigantesca cárcel.
Delante de sí, tenían una criatura extraña... De aspecto humanoide, pero curiosamente encojida, en posición de guardia y con un brillo de locura en sus ojos.
Bien observado, se le habría podido tomar simplemente por un chaval de uno diecisiete años, delgado y con el pelo de punta, pero si uno miraba sus ojos, y escuchaba lo que estaba diciendo en ese momento...

La criatura había cogido a tres de los turistas, y en décimas de segundo les había hecho una serie de llaves muy dolorosas, rompiendoles las extremidades como quien rompe un palillo de dientes, y ahora estaba cogiendo a otros tres, y usándolos como sacos de boxeo mientras emitía sonidos guturales, entre los que de vez en cuando Kertch distinguía alguna frase o palabra suelta.

-¡¡Illooooooo...!! ¡¡Qué gusto joe, qué guuuusto!! ¡¡Cómo se le tronchan las costillas, pixa!! ¡¡Qué gustooo!!












Kertch, Hino y Pyros se quedaron de piedra ante el espectáculo de sangre y gritos que se estaba produciendo delante de ellos. Al cabo de unos segundos, Kertch descubrió que Pyros estaba mirando a Hino fijamente, y pensó que tal vez estaba esperando que el genin viera algo con su chinakugan... Algo en el contrario que les sirviera de pista para reducirlo, pero pasaban los segundos y nadie decía nada, mientras que Pyros cada vez miraba con más impaciencia a Hino.
Al final estalló:

-¡¡¡Bueno!!! ¡¡ES FUMABLE O QUÉ!! ¡¡ESTÁ RICO O NO, COÑOOO, QUE PARECES TONTO SIN DECIR NADA YAA!!





Kertch suspiró y volvió a mirar hacia delante, comprobando que la mitad de los turistas ya habían muerto, seguramente "como sacrificio al dios", desde el punto de vista de los aldeanos, que al parecer lo aplacaban de esta manera cada vez que venían turistas a la isla.

Pero Kertch no pensaba acabar de la misma manera, observó con mucho cuidado a su contrario, viendo como se movía y daba vueltas por toda la jaula cogiendo brazos y piernas y tronchandolos fácilmente con distinas llaves. Hasta que vió algo muy llamativo. El maníaco llevaba una especie de pin rojo en el pecho. Aunque tomás tenía el pecho semidesnudo porque él mismo se lo había ido arrancando de la emoción, no parecía importarle tener un pin clavado con él, y seguramente tendría que estar haciendole daño.

Le pareció muy extraña la idea, pero ¿y si aquél pin fuera el causante del problema? ¿y si tomás, por algún motivo, no había conseguido quitárselo?
En ese instante Kertch notó a su derecha un movimiento rápido. Al parecer Pyros se había cansado de esperar, y después de arrearle un sopapo a hino por negarse a hablar, había sacado un papel y estaba ahorra corriendo hacia el loco para enrollarlo.

Sabiendo que ahora no podría pararle, Kertch se limitó a gritar a su hermano:

-¡¡Pyros!! ¡¡Centrate en el pin que tiene en el pecho!! Está... ¡¡Está muy rico, lo ha dicho Hino cuando te has ido!!








Pyros ni siquiera se volvió para agradecer la información o asegurarse de que era cierta, simplemente siguió corriendo hasta llegar a Tomás, que en ese momento tenía los brazos ocupados en estrangular a un turista y lo enrrolló entero en su peta. Luego, una vez se aseguró de que el maníaco ya no podía moverse, sacó un kunai de su bolsa y le hizo un corte en el pecho, mientras el bicho gritaba como poseído, hasta que consiguió sacarle el pin.
Entonces lo cogió con la mano y lo metió en otro porro, que trató de fumarse, hasta que notó el sabor metálico y lo escupió con cara de asco.

-Serás hijoputaaa... Esto sabe a rayos, tioo. ¡Puaj!






Pero al escupir el pin, este fue a parar justamente al brazo de uno de los pocos turistas que quedaban vivos.
Curiosamente en cuanto le tocó, al turista, un hombre alto de mediana edad, le cambió la mirada, y un brillo asesino asomó en sus ojos mientras se disponía a atacar a Pyros.



-¡Me caguen...!





Kertch sacó la kodachi y se lanzó rápidamente sobre el hombre poseído, cortando por la mitad el pin, y sin querer, también al hombre.

Pero en cuanto el pin fue destruído, emitió un sonido extraño, un destello muy brillante y se desintegró por completo.

Kertch, Pyros e Hino se quedaron alrededor de Tomás el loco, que ahora estaba enrrollado en el papel, tratando de liberarse a mordiscos, y dedujeron que lo suyo era de nacimiento, y el pin no había tenido mucho que ver.

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