
Nara Kertch
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Después del desafortunado encuentro con el legendario templo y su duro guardián, el grupo recorría el bosque de bambúes tratando de encontrar una salida. Kertch había estado muy pensativo, preguntándose qué sería ese templo que parecía esconder tantos secretos. Estaba inmerso en sus pensamientos hasta el punto de no haber notado que desde hacía un rato era Uranior el que estaba dirigiendo al grupo, seguramente para sustituir a Kertch, que estaba demasiado meditabundo como para marcar una ruta. Sonriendo, el joven le llamó para agradecerle la tarea.


Kertch se extrañó de la reacción tan exaltada que había tenido el chico. Mirándole de reojo le aclaró que era una broma, y le dio las gracias por haber guíado él durante ese rato. Se puso al frente, le lanzó una última mirada de sospecha mientras Uranior reía con nerviosismo y siguió caminando. En cualquier caso, el camino que había tomado el pelirrojo había resultado ser una buena opción, porque ya podían ver la salida del bosque. Estaban solo a unos pasos de alcanzarla cuando tres sombras se movieron a toda velocidad a su alrededor, y un grito de batalla estalló en el cielo. Rápidamente, Kertch se giró hacia el resto del grupo y les empujó gritando:

Los cuatro se lanzaron al suelo justo a tiempo de esquivar una lluvia de shurikens y armas varias que por cuestión de milímetros no pusieron fin a su aventura allí mismo. Kertch se incorporó de un salto y echó un rápido vistazo alrededor, tratando de localizar a sus agresores. No tardó mucho. Enfrente de ellos estaban tres chicas de curvas imponentes y aparatosas armaduras, mirándolos con altanería y sonriendo con descaro. La que estaba subida en una rama del árbol que les quedaba a la izquierda soltó un bufido mientras los miraba y comentó:



La chica hizo un mohín de protesta y se quedó callada, observando con detenimiento a sus enemigos. La tercera sombra se correspondía con la joven que estaba en la rama de la derecha. Ésta, que había permanecido callada, ahora miraba con interés a Pyros.


Pyros, que había estado mirando a las tres chicas con una mirada lasciva de pronto carraspeó y cruzó los brazos.

Y sin más miramientos agarró por el cuello de la camisa a Uranior y a Hino y los lanzó contra la líder de las mercenarias, que por poco consiguió esquivarlos.


Y no pudo acabar la frase porque vio que sus compañeros lo estaban mirando con cara de asco.
-Oye, Kertch, recuerdame que el maricón este tiene que cobrar luego, ¿vale?



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