viernes, 24 de abril de 2009

Capítulo 8 Gymkana hasta la torre









Nara
Pyros





Pyros se encontraba inmerso en una montaña de porros, era su sueño hecho re
alidad. Empezó a fumar descontraladamente, cogía porros al azar, a puñados y se los metía en la boca de un tirón, las pupilas completamente dilatadas mientras graznaba de felicidad entre ronda y ronda de petas. Si se acercaba algún animalito, por pequeño que fuera, empezaba a gruñirle y a enseñarle los dietes, receloso de que le fuera a quitar alguno de aquellos petas.


-Aún no puedo creerme que el Yonko me haya hecho este regalo, me pregunto que querrá...



Con la emoción de la montaña de petas para el solito, Pyros se había olvidado por completo del motivo por el cuál estaba corriendo hacía unos instantes, fumarse el Kage antes que el Yonko, su eterno rival.


-Wraaaarg wraaarrg, solo me fala un petakage bien enrolladito y se podría decir que estaría en el ciel...

¡¡¡¡HIJO DE PUTA!!!!



Pyros metió un salto enorme y se elevó por encima de la montaña de petas, estaba ya corriendo en dirección hacía la aldea cuando, una misteriosa fuerza, le retuvo, impidiéndole alejarse un paso más de aquella ingente cantidad de materia fumable. Intentó girando un poco hacia la derecha, pero era imposible, intentar por donde lo intentara no podía alejarse más de 5 metros de la montaña.



-Maldito Yonko, jugar con los sentimientos de las personas.





Resignado a que no podría marcharse sin llevarse o fumarse aquella montaña, comenzó una labor de recolección-consumición a una velocidad nunca antes vista. Con la mano izquierda metía los porros en la mochila, mientras que con la derecha se los metía en la boca. Los pies los usaba para barrer porros que se quedaran atrás o para ayudar a la mano derecha a llevarselos a la boca (a veces no basta una mano para abastecer por completo a la boca de un buen porreta).

Con la montaña de porros al fin despachada, Pyros empezó a correr hacía la aldea, para luego volver al mismo lugar por si se había dejado alguno. Tras haber repetido este mismo proceso unas 10 veces, el joven rubio pudo marcharse a fin con la conciencia tranquila.



El Yonko le llevaba ya mucha ventaja a Pyros, estaba por las calles interrogando a la gente acerca de donde estaba la residencia de su lider, cosa muy difícil si lo único que ve la gente de ti es dos ojos rojos envueltos en humo, y para cuando por fin encontraba a alguien dispuesto a hablar, apenas tenía este tiempo para decir la dirección al completo, pues era rápidamente liado y fumado.

Estaba ya el Yonko desesperado cuando, una voz se dirigió a él. Era la de una ardilla, de no más de un palmo, con un peta del doble tamaño que ella. Cualquiera, a juzgar por su tamaño, hubiera afirmado que su voz tendría que ser aguda y débil, pero este no era el caso, aquella ardilla tenía una vozarrona que se elevó sobre el grito de una persona que estaba "siendo interrogada" por el Yonko.

- Yo se lo que buscas, y te podría decir dónde encontrarlo, lo tiene un mercader del barrio del mercado.


-¡¿¿Lo tiene raptado??!, ¿como un mercader puede tener al Kage de una ciudad?.




- ¡Ahh!... que vienes a por eso... entonces aún no te habrás enterado... es la única explicación a que busques al Kage en vez de a...

-¡¡¡¿A qué?!!!! ¡¡¡¡A QUÉ!!!! ¡¡¡¿Qué puede ser mejor que un jugoso Kage?!!!





- El porrillo de poder, se creía que solo había uno, pero al parecer se crearon dos, un mercader de esta aldea lo tiene, su familia lo había mantenido oculto durante generaciones, pero unas malas inversiones le han forzado a ponerlo en venta. Pensaba que ya lo sabi... ¡¡¡¿Eh?!!!, ¿dónde se ha metido?.

El Yonko ya no estaba escuchando a la ardilla, en cuanto por sus oidos entró la palabra porrillo de poder salió como una flecha, dejando sola a la ardilla.
De repente, la ardilla estalló, liberando una enorme cantidad de humo, tras el cual apareció la figura de Pyros.

-No se por qué Kertch es el único que me pilla el disfraz de ardilla, es perfecto, debe tener espías o algo que me ven transformándome, no hay otra explicació.




Pyros salió corriendo hacia el mercado, la parte uno de su plan se había cumplido con éxito.

En pocos segundos llegó a la plaza donde se encontraban la mayor parte de las tienda y vio como el Yonko revisaba una por una toda las tiendas, se fue corriendo hacia la que estaba a punto de ser registrada y quitó al comerciante de un golpe poniéndose su ropa.

-¡Buenas tarde señor!, ¡Oh!, usted es el famoso Yonko, le estaba esperando, tengo lo que buscabas.




El Yonko, no paraba de mirar hacía los lados, temía la llegada de Pyros, creía que había caído tan fácilmente en su trampa de la montaña de porros porque conocía la existencia del segundo porrillo de poder y quería deshacerse del Yonko a toda costa para que no le siguiera y le viera comprándolo.

El mercader sacó de debajo de su túnica un porro, bastante grande y excelentemente liado, sujetándolo con las dos manos se lo extendió y luego lo volvió a traer hacia él. Pyros sabía que no podía fumarse aquel porro, que en cuanto le diera la primera calada, una red de parches antitabaco le envolvería, pero aún así le resultaba difícil separarse de él. Estaba a punto, Pyros, de ceder y fumárselo el cuando el Yonko impaciente por tanto titubeo se lo arrebató de las manos. Una lágrima recorrió la mejilla de Pyros cuando aquél loro encendió el peta y le dió la primera calada.

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