miércoles, 29 de abril de 2009

Capítulo 9. ¡¡Esto es Esparta!!






Nara Kertch













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Kertch acabó de meter collejas a su hermano, y dejaron el tema para más adelante. El peliverde tenía la impresión de que conocía al pobre chico que acababan de tirar por el pozo, y tenía que acercarse a confirmar sus sospechas.

Le dijo a Pyros que le siguiera, y fueron acercándose al pozo, apartando a ostias a los espartanos, mientras estos gruñían con aprobación. Cuando estuvieron ya casi en el borde, una voz les frenó en seco.


-¡Eh! ¡Chicos! ¿Qué os ha parecido el espectáculo? Fabuloso, ¿verdad? Tenemos que repetirlo más a menudo...









-Eh... Sí... Claro... -Se aclaró la garganta.- En realidad... Me preguntaba si podía echar un vistazo a ese pobre persa que acabáis de lanzar. Por curiosidad...








-Vaya... Sí que te ha gustado el espectáculo... Por supuesto. No hay problema. Si quieres podemos volverlo a subir y lo lanzas tú. Los amigos de Kratos son mis amigos, así que no nos importaría concederos ese honor.





Kertch forzó una sonrisa y asintió con la cabeza, pero pidió que antes le dejaran hablar a solas con el persa... Para poder insultarle y amenazarle primero. Kratos y Leónidas se asombraron en un principio, pero luego se les fue dibujando una sonrisa de satisfacción, mientras asentían enérgicamente con la cabeza y ordenaban que lo sacaran del pozo.

Los espartanos lanzáron una red al fondo y tiraron de ella hasta que salió el magullado chico. Ahora desde cerca, Kertch pudo reconocerlo, y confirmar que era quien creía.

Los espartanos se apartaron y les dejaron un poco de intimidad, mientras Kertch sonreía al pequeño nara y le decía:


-Vaya, vaya... Uranior. No esperaba verte aquí, después de tanto tiempo. Ya puedes ir explicándo que has hecho para que esta gente te considere un persa.... Hermanito.











-¡¡Kertch!! ¡Gracias al cielo! ¡Y también Pyros! No pude veros en Konoha, pero esperaba que nos encontráramos en algún lugar... Aunque nunca imaginé que sería en estas circunstancias, claro.
¡Tenéis que sacarme de aquí!




-Claro... El problema es que no podemos llevarte por todo el morro... ¡Los espartanos se nos echarían encima!
Pyros, tú que eres amigo de Kratos... ¿Podrías convencerles para que nos dejen marcharnos con Uranior sin que nadie resulte herido?







-Hum... No. Ni de coña. Si queremos llevarnos al pequeñajo tendremos que pirarnos a ostia limpia.





En ese momento, Leónidas, que pasaba por allí escuchó la última frase y su rostro se ensombreció, mientras una mueca salvaje se dibujaba en su mandíbula.


-¿¡¡Llevároslo!!? ¡No podéis llevároslo! ¡Tendréis que pasar por encima de nuestro cadáver! ¡¡Espartanos!! ¡¡Al ataque!! ¡¡Por espartaaaa!! ¡¡GROOOOOAAAARRRRGHHHH!!








Y el pueblo de Esparta se giró hacia ellos con cara de asesinos, mientras sacaban las armas y gruñían como bestias hambrientas. Kertch hizo un plan rápido de huída mientras desenfundaba los porros-espada y los blandía con seguridad.

-¡¡Pyros!! ¡Lleva a Uranior al puerto mientras yo entretengo a todos los que pueda!







-¿Y perderme la juerga? ¡¡Se te va la flapa!!






Pero no fue necesario que Pyros se quedara, porque en cuanto Uranior echó a correr hacia el puerto y Pyros detrás de él, cientos de espartanos surgían por cada calle a frenarles el paso, y el rubio pudo divertirse igualmente lanzando bolas de fuego y desviando los golpes de los espartanos, que eran liados y fumados en el acto.

En la plaza, Kertch giraba sobre sí mismo a toda velocidad, sesgando las filas de soldados con sus espadas, mientras estos veían como sus hombres caían a puñados. A pesar de esto, no retrocedieron, sino que sacaron pecho con más orgullo todavía y pelearon hasta el final contra el Nara de cabello verde, que fulminaba con sus mandobles y sus chorros de viento a los espartanos, impulsándose con el aire para volar entre ellos y esquivar sus poderosos golpes.
Después de un rato de pelea, y al ver que los espartanos no remitían, Kertch decidió que ya los había entretenido bastante, y que su hermano debía estar lo bastante lejos como para ir corriendo a reunirse con él, pero cuando iba a salir de la plaza, Leónidas le cortó el paso.


-Impresionante... Me he llevado una agradable sorpresa contigo, chico. Debo confesarte que me habías parecido una nenaza cuando te vi. No parecías tener el espíritu de lucha necesario, pero has acabado con cientos de mis hombres tú solo y fácilmente, de manera que tienes mi reconocimiento. Ahora, si me concedes el honor...



Y el líder espartano blandió su escudo y su lanza contra Kertch, que apenas pudo esquivar la lanzada por un milímetro, y que se vio sorprendido por un tremendo impacto de escudo en el pecho. Casi no tuvo tiempo de recuperar la respiración cuando Leónidas sacó una espada del cinto y la esgrimió contra él con muchísima fuerza y rapidez.

El Nara tuvo que esquivarla usando una vez más su movimiento Fuuton Tobidasu, que lo impulsó con el aire desde sus pies y pudo salvarle la vida. Ya con un poco más de distancia, pero con poco tiempo, porque el espartano se lanzaba de nuevo al ataque rugiendo, Kertch razonó que ni en sus mejores sueños podía vencer ahora mismo a Leónidas en un combate cuerpo a cuerpo, por lo que hubo de recurrir a sus movimientos a distancia.
Lo frenó en seco con su técnica de línea sucesoria, mientras el espartano veía cómo su propia sombra le impedía dar un paso más, y aprovechando el breve momento de desequilibrio de Leónidas le lanzó un chorro de aire con todo el chakra que pudo reunir, levantándolo muchos metros del suelo y proyectándolo contra el edificio que tenía detrás con tantísima fuerza que destrozó y atravesó la pared con su cuerpo, cayendo y quedando inconsciente en el acto.

Exhausto, Kertch sacó fuerzas de donde pudo para volar hacia el puerto, donde Pyros debería estar esperándole.
Por el camino, el rubio había dejado un reguero de cenizas y armaduras calcinadas, así que no le fue difícil seguirlo hasta la playa. Al parecer Pyros acababa de darle esquinazo a Kratos.
En ese momento estaba mirando fíjamente a un niño, que lo observaba temeroso con un pie ya en la orilla, listo para empezar a nadar.

-Tú... Te fumaste a MI Mizukage... Y vas a pagar por ello...









-Joder... Que fue un accidente, en serio... Puedo explicar... ¡¡No!! ¡¡Nooooo!!






Y Pyros se lanzó a por el infeliz genin, todavía agarrando por el cuello a Uranior, que no entendía nada de lo que estaba pasando.
Pero en ese momento un Kratos muy molesto surgió de entre las sombras y miró con furia a Pyros.



-¡¡Jajaja, de eso nada, colega!!! ¡¡No te vas sin probar mi hospitalidad!!





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