sábado, 25 de abril de 2009

Capítulo 8. Gymkana hasta la torre.









Yonko








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El Yonko había dejado a Pyros babeando sobre su mochila y llegado a la entrada principal de la torre.

Después de fumarse a los guardias fácilmente, había llegado a una hermosa sala con escaleras que subían a la planta de arriba y varias habitaciones secundarias.
En la entrada principal había encontrado uno de los porros estéticamente más hermosos que hubiera visto en su vida. Parecía haber sido preparado con cuidado y mimo durante años para que fuera perfecto.

Evidentemente, Kertch se avalanzó sobre el peta en un segundo y le prendió fuego a la punta... Sin obtener ningún resultado. Lo intentó por cientos de medios, pero era imposible prenderle fuego.
Chillando y maldiciendo al que hubiera creado aquella maldita tentación, y al que la hubiera colocado en la entrada de la torre, el Yonko vio llegar a Pyros, con una venda en los ojos.

Pensando que aquella era una buena manera, se disponía a cortar algo de tela para ponerse una venda cuando se giró y vio que Pyros estaba a su lado olisqueando como un perro y tratando de prenderle fuego al porro igualmente.


-¡¡Pero serás gilipollas!! ¿Desde cuando importa si podemos ver un buen porranco? ¿Acaso no es igualmente importante el olfato de un buen porreta?






-Oh... Mierda. En eso no había caído, mira tú.







Después de un rato larguísimo en el que los dos se metieron de leches para conseguir fumar el porro infumable, entre los golpes acabaron rompiéndolo.

Ambos miraron hacia abajo entre lágrimas, como si estuvieran en un funeral, y le dedicaron un minuto de silencio a aquella maravilla inalcanzable.
Cuando se repusieron, se miraron un segundo, y exactamente al mismo tiempo corrieron hacia la escalera, dándose empujones y guantazos para llegar los primeros a la habitación de arriba.

Sin embargo... Antes de llegar a la mitad de las escaleras, vieron a una figura infantil bajándolas, que les era bien conocida.


(silvando y dando palmadas alegremente)
-Lalala... Qué rico estaba... Menos mal que me apresaron y me trajeron directamente aquí a ser juzgado... Es el primer Kage que pruebo, y debo reconocer que ha sido maravi...




Se quedó mudo de golpe, al encontrarse con Pyros y el Yonko, que estaban clavados en medio de los escalones, mirándole con una ira asesina en la mirada como nunca antes había visto el pobre genin. Sus ojos se pusieron verdes un segundo, mientras el Chinakugan le proporcionaba por primera vez una visión de su propio futuro como no saliera por patas inmediatamente.


-OH... MIERDA... OH... DIOS MÍO...






El chico saltó la barandilla, rodeándo a los otros dos, que se pusierona cuatro patas, como dos lobos hambrientos, y corrió con Kertch y Pyros persiguiéndolo como nunca antes en su vida.

Temiendo por su vida, Hino llegó al puerto de la Aldea y se lanzó al agua, seguido de los otros dos.
Nadaron durante horas a un ritmo frenético hacia el este, hasta que se toparon con un grupo de orcas que perseguían a un pingüino vacilón.

Hino rodeó a las orcas, con el corazón desbocado por el miedo y el esfuerzo, mientras que Pyros y Kertch se limitaron a pasar a través de ellas como dos sierras mecánicas, partiéndolas por la mitad. El pingüino se lo agradeció, pero las dos bestias furibundas y el fugitivo no le escuchaban.



-¡Ey! ¡Gracias, tronnncos... Tenéis un par de peloootas!












Tras varias horas más de nado, y cuando parecía ya que Hino iba a morir ahogado o fumado, divisaron tierra en el horizonte. Hino fue el primero en llegar, corrió con las últimas fuerzas y salió pitando hacia la ciudad más próxima a la orilla.

Kertch y Pyros, que estaban algo más calmados después del ejercicio, llegaron a la costa; y se disponían a seguir buscando al genin cuando una voz profunda les sorprendió.


-¡¡¿¿Pyros??!! ¿¿Eres tú?? ¡¡Amigo míoo!! ¡¡Bienvenido a Esparta!!

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