domingo, 26 de abril de 2009

Capítulo 9. ¡¡Esto es Esparta!!






Nara Kertch













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Al llegar a tierra, Kertch se dio cuenta de que El Yonko se había agotado bastante con todas esas horas nadando, y aprovechó para encerrarlo sin avisar dentro de su cuerpo.
Haciendo oídos sordos a los graznidos de protesta, el Nara tomó de nuevo el control de su cuerpo, transformó el peta en una nueva katana y la guardó junto a las demás.

Kratos, un amigo de su hermano, los había llevado de visita turística por toda la ciudad de Esparta, y había sido un paseo muy ilustrativo de las tradiciones y costumbres espartanas.
En las calles, los niños recibían palazos y golpes de sus mayores, mientras endurecían sus músculos, y los que eran capaces de devolver algún golpe a sus padres eran inmediatamente felicitados y premiados con aplausos y alcohol.

Mientras paseaban por las calles, el pingüino con el que ya se habían topado varias veces en su viaje, se había desvelado como la mascota de Kratos, mientras este explicaba las curiosas circunstancias en que se habían conocido.
Al fin, llegaron a una posada austera y sobria, donde el líder de la ciudad les indicó que podían pasar la noche.

Como por el camino les había comentado Kratos, parecía que se iba a celebrar alguna clase de ceremonia brutal en la plaza de Esparta, y Kratos los había invitado a ver el espectáculo en el palco, junto a él.
Pyros había accedido en el acto, mientras que Kertch se había limitado a asentir vagamente con la cabeza. Ahora ya en la posada, el Nara decidió que no le apetecía demasiado ver aquella matanza, de forma que declinó educadamente la oferta del rey espartano, afirmando que iría en un rato.

Kratos puso mala cara, porque rechazar una oferta así , y más aún rechazarla de forma educada, era de muy mala educación en Esparta, pero no dijo nada porque apreciaba mucho a Pyros, y este ya le había hablado de su hermano.
Asintió sacando pecho, y amenazandole amablemente con que si tardaba mucho en ir a la ceremonia le arrancaría la cabeza y luego dejaría que su mascota jugase al fútbol con ella, Kratos se llevó a Pyros y los dos se despidieron de Kertch.

Suspirando, el joven Nara subió las maletas a la habitación que les habían asignado y abrió la puerta con la llave que le habían indicado: una buena patada.

Depositó en el suelo los bártulos y se dejó caer de espaldas en una de las tres camas que tenía la habitación, mientras pensaba en dónde estaría Hino en ese momento.

Al cabo de unos minutos, decidió que ya había descansado bastante, y se disponía a irse cuando vio que el cajón de su mesilla no estaba bien cerrado. Al abrirlo del todo, encontró una carta de una manufactura que le resultaba muy familiar. Era una carta-porro, como la que encontró en aquella iglesia. La carta también estaba muy dañada y con quemaduras en varias partes del papel que dificultaban su lectura, pero a pesar de esto era muchísimo más legible que la anterior. Rezaba así:

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-Querido Jack:
Espero que los espartanos te hayan acogido bien aquí, tan lejos de nuestra Aldea. Siento no haber podido ir, aunque habíamos quedado hoy en esta isla, pero me han surgido varios imprevistos.
Ya no hay duda. Los hombres de mi (...) ...guiendo, y sé que no tardarán en darme alcance.
No me preguntes cómo ha sobrevivido, porque yo me pregunto lo mismo.
Sin embargo, todavía hay esperanzas. Mis hijos también han sobrevivido, y me llegan noticias de que podrían estar ahora mismo yendo hacia Konoha. ¿Te acuerdas de aquella Aldea? Qué buenos tiempos aquellos...
Bueno, amigo... Hermano mío. Me despido con inmensa tristeza por no poder haber estado contigo esta noche, pero espero que nos veamos próximamente, cuando esté seguro de que Ryan y su compañía me han perdido la pista.

P.D: Amigo mío... ¿No te preguntas cómo estarán ahora? ¿Cómo serán? Sé que dedicaste muchas horas a tu ahijado, y estoy seguro de que tienes la misma curiosidad que yo por ver cuánto ha crecido. Y Kertch... Siempre tan responsable, incluso a pesar de su problema.... No me cabe duda de que habrá cuidado de Pyros. En fin... Tal vez podamos volver a verlos algún día...

Cuídate... No veremos pronto.

John.
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Kertch cerró la carta, con los ojos brillantes... Después de todo parece que era cierto. Su padre estaba vivo, en algún lugar del mundo, y el padrino de Pyros era Jack Sporrow, el famoso porreta legendario. Conteniendo las lágrimas, el Nara se preguntó cómo podía haber olvidado tantas cosas... ¿Se acordaría Pyros de Jack? Seguro que sí, puesto que ellos habían tenido mucho más trato.

Kertch metió la carta en su bolsa y salió de la habitación. No le costó mucho rato encontrar la plaza, donde había colocado un enorme pozo aparentemente de una profundidad gigantesca, y un pobre chico... Un Nara que le resultaba familiar, pero que iba con unas vendas en los ojos que no lo hacían totalmente reconocible, estaba colocado en el borde, con un espartano gritándole.

Kertch se coló entre las filas de ciudadanos, y llegó hasta el palco, donde Kratos y Pyros lo recibieron radiantes.


-Será mejor que espere... Ahora no parece buen momento para hablar de temas serios.







El chico que estaba al borde del pozo recibió una fuerte patada, y cayó al interior del pozo, mientras la muchedumbre rugía.

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