
Nara Kertch
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Transcurrieron unos instantes, y el combate parecía haber terminado. Convencido de que su contrario ya casi se habría autodestruido del todo, Kertch estaba a punto de relajar un poco la presión que ejercía sobre las células de su contrario.
Pero en ese instante notó algo que le hizo preocuparse. Existían aún algunas células rebeldes en el cerebro del enemigo. Ghoss no estaba totalmente perdido, pues aun conservaba una minúscula consciencia... Como si estuviera sumido en un estado de trance.

Ghoss tenía los ojos cerrados, en una pose meditativa, mientras con la escasa consciencia que le quedaba buscaba una solución viable.

-Veamos... La cosa está difícil, pero no puedo permitirme perder. Antes solo me jugaba mi prestigio... Pero ahora es mi vida la que está en juego. No he entrenado tanto para morir ahora ante un simple yonki. Soy una de las personas más fuertes del mundo, y voy a acabar con este tipo, ¡sea como sea!
Atónito, Kertch vio cómo el ambiente empezaba a distorsionarse... Había una fuerza tan poderosa como su control de la oscuridad luchando contra su propio poder. Tardó un rato en descubrir de qué se trataba, hasta que una brisa muy fuerte le sacudió la cara.
Era el aire.
De alguna forma, Ghoss estaba aprovechando el aire de la sala para combatir contra la oscuridad... Y como sus reservas de chakra eran muy superiores a las del Nara, estaba ganando.

Ghoss no tardó mucho tiempo en recuperar el control de su cuerpo, a golpe de viento, mientras extendía su poder a cara rincón de la sala. Controlando el flujo y la velocidad del aire, logró obligarle a generar una poderosa fricción justo encima de las velas situadas en los candelabros, y la luz regresó a la sala junto con 5 potentes fogonazos.
A Kertch se le cayó el alma a los pies. Comprendió que se enfrentaba a un rival invencible mientras veía la ira asesina y sedienta de venganza en los ojos de su adversario.
Este se transformó en su tercera y definitiva forma de combate, haciendose invisible de nuevo, solo que esta vez al golpear siguió siendo invisible, de la velocidad que llevaba. Y lo peor es que la potencia de cada golpe era como la de mil martillos de hierro concentrandose en cada punto.
Kertch notó como cada golpe que recibía hacía que la tierra temblase, y su cuerpo estallase en sangre y huesos rotos al contacto.
Sabiendo que iba a morir, cerró los ojos y sintió una película de imágenes pasar a toda velocidad frente a sus ojos. Recuerdos de todas las etapas de su vida pasaban con una celeridad enorme, hasta que de pronto el tiempo se congeló en una imagen, relativamente reciente.

Kertch se preguntó por qué aquella imagen absurda y cómica era la que se había detenido frente a sus ojos. A lo mejor es que le había llegado al hora, y no daba tiempo a ver más.
O... Tal vez no.
Seguía sin ocurrir nada, de modo que el peliverde reflexionó, casi sin creer lo que estaba haciendo, sobre las palabras del enano verde.
Su mayor miedo... Siempre había sido el Yonko. Que el Yonko saliera de su cuerpo, y no poder controlarlo, mientras causaba daño y atacaba a inocentes.
Mientras pensaba sobre ello, la imagen de Joda cambió, como si estuviera fundiendose con algo que habitaba en el interior de Kertch... Como si se hubiera fusionado... Con el mismo Yonko.

Kertch no podía creer lo que veía... Era...

Así que estabas tratando de confundirme, incluso ahora, no? Hasta ahora que estamos a punto de desaparecer sigues tomandome el pelo y tratando de salir... Jugando con mis recuerdos... ¡No te lo perdonaré nunca! ¿Sabes qué? ¡Ahora te vas a joder tú! Te voy a poner la miel en los labios y no te dejaré salir...
Y mientras lo decía, sin darse cuenta, había frotado entre sí dos de sus porro-espada, provocando fuego en la punta. El intenso aroma a porro amenazó con explotar en su interior, pero fiel a lo que había decidido, retuvo toda esa energía, que con tanta fuerza solía explosionar, y la canalizó hacia las armas que tenía en sus manos. Ahora notaba como un poder inmenso le recorría. Kertch abrió los ojos y esgrimió sus porro-espada, notando cómo estos brillaban con un fulgor mortífero. Con uno solo de ellos detuvo el golpe de Ghoss y le cortó un brazo limpiamente.

¿Qué cojones? ¿Cómo has hecho eso? Ahhhh!!!
Ghoss daba alaridos de dolor, tratando de detener la emorragia. Al poco, se repuso y empleó un jutsu médico para volver a injertar su brazo donde estaba, mientras Kertch, que ahora brillaba con un aura de luz y poder sobrehumano le miraba con una sonrisa radiante.


Kertch se alegró de ver que su hermano había llegado a la misma conclusión, y le dio ánimos para hacer lo que tenía que hacer.... Era cuestión de vida o muerte.
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