
Nara
Pyros
El calor siguió aumentando y aumentando, de existir el infierno, seguro sería un sitio parecido.
Al fin, Pyros, rompió su silencio.

La llama se concentró, la presión en la sala no hacía mas que aumentar, Pyros estaba alcanzando su límite, la capa protectora de Wolx al fin se estaba debilitando.
Las paredes casi fundidas por el intenso calor empezaron a abombarse por la enorme presión del interior, la roca fundida caía del techo, mientras, del suelo, ascendían fuertes vapores que nublaban la visión y la distorsionaban.
En un último esfuerzo, aquel porreta, hizo acopio de sus últimas energías y las mandó a la llama, a la vez que inspiraba hondo y fuerte. Al fin, la capa ignífuga de Wolx desapareció por completo, dejando a su dueño a merced de las llamas.

En ese mismo instantes la pared, ya debilitada, que conectaba con su hermano, cedió por completo en una inmensa explosión. Pyros, notaba como a medida que el humo del peta iba entrando en sus pulmones, el inmenso poder se le escapaba sin poder retenerlo. La debilidad invadió su cuerpo, le cayeron de golpe encima todas las contusiones y heridas que había sufrido a lo largo del combate y que, la adrenalina desprendida y la concentración le habían impedido sentir. Sus piernas empezaban a fallarle, todos sus músculos le temblaban, se habría echado allí a dormir de no ser por haber oído la clara voz de su hermano proviniente del otro lado del muro derruido.

-A más cuesta liarte un porro mejor te sabe... Qué gran verdad es esa... tú no lo comprenderías... por cierto... ¿puedo fumarme ese?
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