martes, 2 de marzo de 2010









Nara
Pyros







La pelea de Hino se estaba volviéndo fea, habían pasado de los insultos a los arañaros y tirones de pelos. Pyros también se encontraba en una situación bastante fea, su adversario se escondía mientras mantenía los efectos de su cruel ataque. En estos momentos Pyros desearía poder tener el chinakugan casi tanto como Hino desearía tener ahora los más de 5 metros de estatura y la piel verde escamosa del trasformado-trastornado nara.


-¡¡Mira!!, ¡¡detrás tuya!! ¡¡Pyros está apunto de fumarte!!








-¡¿Qué?!, ¡mierda!.






Hino se volvió raudo para ver a su supuesto atacante e intentar esquivar su ataque, pero no había nadie, si algo se encontraba en aquél lugar debía de haberse esfumado.


-Ajajajaaa caiste en la trampa, ahora, ¡muere!.









El pequeño taponcete rubio sacó su katana y dio un terrible tajo que cruzaba a Hino desde el hombro derecho hasta la pierna izquierda. El cuerpo de Hino cayó dividido en dos mitades inertes. Estaba ya a punto de cantar victoria, cuando notó unos brazos agarrádole por detrás, estrangulándolo.

-No, tu has caido en la mía, mi chinakugan jamás falla, sabía que no había nadie detrás mia, por eso hice esa porro-copia. -Dijo señalando los restos de maría, desperdigados por el suelo, con el pie.





Hino estaba dominando por completo el combate, tenía inmovilizado a Shikaru y estaba intentando enrollarlo para hacerse un peta con él.


-Ya te tengo donde te quería. -Frase que asustó mucho a Hino, teniendo en cuenta que le estaba agarrando por detrás... -Estrangulación de la Anaconda.







El cuerpo de Shikaru comenzó a alargarse y a salirles resbalosas escamas. Se escurrió sin problemas del fuerte agarre de Hino y empezó a enrollarse sobre él, dándo una y otra vuelta aprovechando el momento de confusión. Poco a poco el espacio de Hino se iba reduciendo, cediendo ante la impresionante fuerza de aquella imponente serpiente, ya casi apenas podía respirar, el dolor comenzaba a paralizarle. Debía pensar algo rápido si quería conservar alguna de sus costillas enteras.

Probó a morderla, pero las resistentes escamas eran escurridizas además de desmasiado duras como para ser atravesadar por un diente. Iba a dejar de morderla cuando notó un chasquido dentro de su cuerpo, seguido de una punzada de dolor en el pecho, como si lo hubiesen atravesado con una daga. Era de una de sus costillas, la vista se le fue nublando poco a poco, hasta que todo se volvió oscuro. En aquellos últimos y agonizantes momentos, las últimas semanas de su vida pasaron por delante de sus ojos, anunciándole que su fin estaba cerca. En aquellos recuerdos había una imagen que se repetía muy a menudo, la de Pyros burlándose de él por casi cualquier cosa. Una sensación comenzó a crecer en el interior de Hino y a suplantar la de dolor, una sensación de odio. No podría soportar al plasta de Pyros
si no lograra escapar de una serpiente y este tuviera que rescatarlo. Dio una larga calada a su porro para hacer desaparecer del todo los restos de dolor y haciendo acopio de todas sus fuerzas, dándolo todo, empujando con todo su cuerpo, consiguió hacerse con un poco más de espacio, el suficiente para sacar un kunai y apuñalar con el a Shikaru.




-Mira, Picachu, te guste o no voy a fumarte, las serpientes de hecho son perfectas, alargadas y cilíndricas.












Mientras tanto, no muy lejos de allí.

-Maldito, dime dónde estas, no te fumaré mucho... -Dijo en voz baja y tapándose la boca con la mano.













El combate de Pyros apenas había avanzado, su adversario seguía moviéndose oculto entre la multitud y Pyros fumaba todo tipos de árboles y casas, intentando apagar el mono. Y por si todo eso fuera poco, cada dos por tres era objetivo de las numerosas y cuidadosamente colocadas trampas explosivas, que no hacían más que mermar sus fuerzas.

El fin de Pyros se encontraba cerca, lo notaba, cada vez tenía la sangre más limpia, aquél misterioso poder de su enemigo debía de ejercer a modo de filtro en los pulmones de Pyros, haciendo de barrera infranqueable entre el humo y su sangre, permitiendo solo el flujo de aire puro. Pronto su cerebro se quedaría sin su dosis de peta, provocándole la más horrible de las muertes.





No hay comentarios:

Publicar un comentario