
Nara
Pyros

Aquellas palabras se le repitieron una y otra vez en la cabeza de Pyros, "-mientras mis soldados sigan aquí." ... Tenía razón si todo seguía igual iba a acabar muy mal.

Una leve sonrisa se dibujó en el rosto contraído de dolor de Pyros, y a la vez que terminaba sus últimas palabras empezó a correr, de un lado para otro, fumando todo lo que se movía.

Los soldados comenzaron a desaparecer por docenas a medida que Pyros corría de un lado para otro. Sus movimientos eran tan rápidos que todo se veía como un borrón verde que engullía soldados. Si te acercabas al "manchurrón verde" a menos de 5 metro eras fumado automáticamente.
Argus se quedó paralizado, pero no por el miedo, su así no lo reflejaba, si no de concentración, cada músculo de su cuerpo estaba en tensión, las cosas se estaban poniendo feas, era momento de utilizar el 100% de su poder. Realizó un par de sellos, cerró los ojos por un instante y, haciendo una especie de círculo con sus dedos apuntó hacia su objetivo.
La angustia de Pyros se multiplicó, Argus había reforzado su ataque, concentrándose solamente en él. El dolor era insoportable, el rubio empezó a moverse cada vez más y más rápido, Pyros se lo fuma todo, su boca se fuma perros, tierra, nubes y cera...

Una gota de sudor calló por la frente de Argus, el corazón le empezó a latir cada vez con más fuerza, había llegado el momento de su ataque. Con un movimiento brusco, Argus estiró por completo los brazos, manteniendo siempre el círculo, formado por los dedos, apuntando a Pyros.
Pyros se derrumbó por completo, medio inconsciente en el suelo. Lo veía todo oscuro y dando vueltas.

No muy lejos de allí, Hino corría espantado delante de una salvaje estampida de animales.

Hino corrió a esconderse detrás de unos arbustos, pero no resultó y fue pisoteado.

Luego provó a subirse a un árbol, y fue pisoteado.

También provó a hablar con ellos, pero fue de nuevo pisoteado, les ofreció carne y fue pisoteado. Magullado, maltrecho y cansado, Hino decidió que la mejor defensa era un buen ataque, y salió corriendo hacia Shikaru, perseguido por cientos de animales.

Si antes Hino no estaba muy seguro de que su combate fuera a funcionar, aquello le despejó todas las dudas y fue corriendo más decidio que antes a abrazar a Shikaru.

Shikaru empezó a realizar sellos con ambas manos, a medida que concentraba el chakra por todo su cuerpo.

El cuerpo de Shikaru comenzó a transformarse rápidamente, alargándose y volviéndose marrón y resbaladizo. Shikaru no tardó de zafarse del débil agarre de su adversario, a quien le estaban entrando ya arcadas.

Sin perder ni un segundo la Shika-lombriz se metió bajo tierra, ocultándose bajo metros y metros de tierra. Escarbando fue rapidamente desplazándose por el subsuelo, hasta una posición ventajosa para atacar a traición a su adversario. Se preparó cuidadosamente para el ataque y como si de una bala se tratase salió disparada hacia su contrincante, esperando cogerlo desprevenido y derribarlo de un golpe. La lombriz salió volando del suelo y se precipito hacia Hino, que se encontraba mirándo hacia otro lado. El ataque parecía que iba a dar en el blanco cuando Hino lo esquivó saltando hacia un lado.

Shika-lombriz estaba cada vez más y más enfadado, el cuerpo se le estaba volviendo rojo de la ira, ira ante un adversario que le subestimaba. Con la determinació de hacerle pagar su prepotencia volvió a su forma humana orginal, aunque conservó el color rojo.




El cuerpo de Shikaru volvió a sufrir una de sus transformaciones, se le acortaron los brazos ensanchó las piernas y le salió cola y pelos por todos lados. De un enorme salto se coló delante de su adversario y comenzó a golpearle con todo tipo de potentes movimientos.


La mano de Shikaru comenzó a cambiar, independiente al cuerpo, transformándose en la cabeza de una grulla. Usando el pico a modo de arma, Shikaru comenzó a hostigar el cuerpo ya bastante destrozado de Hino. Cansado, dolorido y atontado, Hino cayó al suelo de rodillas, apoyándose con las manos en el suelo para reponer el aliento perdido.

El cuerpo de Shikaru volvió de nuevo a sufrir cambios, empezó a redondearse y a encallecerse, fomándo un capullo. Shikaru pretendía aprovechar el tiempo que tardaría Hino en recuperarse, en transformarse.
Del capullo comenzaron a salir ruidos extraños y destellos de luz, nadie podía saber que saldría de ello, ni siquiera Hino con su chinakugan, aunque tampoco estaba muy dispuesto a quedarse quieto a comprobarlo. Levantándose con las pocas fuerzas que le daba el porro que se estaba fumando. Arrastrando los pies y apretando los dientes, pue paso a paso acercándose a su objetivo, cada vez que apoyaba una de sus extremidades una punzada de dolor le recorría todo el cuerpo. Era hora de acabar el combate, no podía permitirse recibir más golpes.
Ya apenas unos palmos separaban a Hino de ese enorme capullo. Decidido, aunque con apenas fuerza, Hino comenzó a golperalo hasta que los nudillos le empezaron a sangrar, manchándo el resistente capullo de rojo, aunque sin provocarle daño alguno. A cada golpe Hino tenía cada vez más clara su derrota, era como si en vez de golpear al capullo, lo que estuviese siendo golpeado fuera su confianza y su ánimo. Ya cuando estaba apunto de perder toda esperanza y huir, recibió, cual mensaje divino, la solución a sus problemas.

El señal era clara, la forma de Shikaru perfecta, y como si de una china gigante se tratara, Hino se hizo un porro con ella. Como era de esperar, todo tiene un punto débil, y si el de aquella cosa no era el de ser golpeado, si lo era el de ser achicharrado por un soplete gigante. Tras unas cuantas caladas tanto el porro como el dolor de Hino habían desaparecido por completo. El efecto anestésico de aquél peta superaba incluso las espectativas de Hino, que se pilló el mayor ciego de su vida, debido a la cantidad de masa que se estaba acumulando dentro del capullo durante el crecimiento de lo que fuera a salir de allí. Y así, dando tumbos, y sin apenas ver hacia dónde iba, Hino se dirigió sin saberlo, dentro de la fortaleza, dónde la pelea de Pyros estaba acabando.
Pyros se sentía cada vez más débil, el cuerpo le volvió a su estado natural, al no tener oxígeno suficiente para mantenera a toda esa mole. El lado positivo era que estaba recobrando un poco el control de su cuerpo, ya podía enfocar su visión con más claridad, pero si no conseguía respirar, pronto volvería al estado anterior.

Argus se acercó lentamente hacia su adversario, dejando al final una más que prudencial distancia de separación, temía que si se acercaba mucho podía ser fumado, después de lo visto no sería tan extraño.

Los soldados continuaron su retirada, volviéndo cada uno a su puesto, preparádos para atacar al próximo que osara entrar en la fortaleza.

Al tiempo que terminaba sus palabras, dos soldados que se habían hecho los remolones en la retirada, y aún seguían allí, enrollaron rapidamente a Argus en un trozo de papel gigante, autoajustable al tamaño del cuerpo, lo mejor de lo mejor. Dos soldados con petas y olor a maría.
Desconcertado por el ataque sorpresa de lo que parecían dos de sus hombres, Argus perdió la concentración en su ataque, permitiendo a Pyros tomar una gran bocanada de aire. Con oxígeno otra vez recorriendo su cuerpo y con renovadas energías, Pyros sacó un enorme papel y enrolló con el a Argus y a sus dos porrocopias. En posición de fumada, y tras un gruñido de despedida, Pyros estaba preparado para saciar su mono.

Aquellas palabras sonaron familiar al exmiembro de la anbu, como si ya hubiera vivido una situación parecida, la respuesta, era clara.

Y dicho y hecho, de una gran y potente calada se acabo el recién encendido peta, no dejando ni las cenizas. Por suerte o por desgracia para Pyros, las palabras de Argus eran ciertas, una vez él hubo desaparecido, las toneladas que se había fumado Pyros y que el filtro de Argus había absorvido, quedaron liberadas. El efecto lo notó primero en los oídos, que se le taponaron tras la enorme explosión que se produjo en sus pulmones. Luego, lo pudo apreciar en las extremidades, que se le adormecieron, y por último en la vista, que le dió un pantallazo en blanco para transformarse todo en un mundo de globos multicolores lleno de brillos blanquecinos. Efectos similares a los que estaba sufriendo en esos momentos Hino, que se acercaba a Pyros dándo "S".
Y allí estaban, Hino y Pyros, uno delante del otro, sin reconocerse, intentando enfocar su vista y ver con nitidez a la figura borrosa y distorsionada que daba vuelta enfrente de cada uno.

Hino escuchaba, pero no comprendía nada, solo daba tumbos de un lado a otro.

Pyros vió como el personaje que tenía delante movía la boca, pero no alcanzó a oir sonido alguno.

Y se enganchó del hombro primero de una silueta y luego del de la correcta. Y así, dándo eses y hablando cosas sin sentido fueron llegando hacia el fortín, perseguidos de lejos por los soldados, pues todo el que se acercaba caía inconsciente debido a la cantidad de humo que salía aún de la boca de Pyros y que se quedaba concentrado por los alrededores.
Al fin consiguieron entrar en el edificio principal, las puertas se cerraron justo detrás de ellos, lentamente y dando un fuerte portazo. Prosiguieron su camino a través de pasillos cada vez más oscuros. De no ser por el estado en el que se encontraban habría sido hasta terrorífico para ellos, gritos de niños enjaulados se oían por todos lados. Al fin salieron a una habitación, con una puerta al fondo, que debía de llevar a la sala principal, donde el cabecilla seguramente se encontraba dirigiéndolo todo, debían acabar con él.
Fue entonces cuando, una figura salió corriendo de un pasillo oscuro, situado a la derecha de la habitación, y se puso delante de ellos, taponándoles el paso.

Las voces de los niños volvieron a sonar, esta vez con más fuerza y más terroríficamente, claro que, para Hino y Pyros todo sonaba como una orquesta celestial.



Como si de un abrigo se tratase, Uranior se quitó la piel, dejando ver a un ser si cabe más repulsivo que el anterior.


La fatiga que le entró a Pyros por ver semejante atrocidad con patas, fue lo suficientemente fuerte como para despejarle la cabeza, ahora por fin podía pensar con claridad, bueno, mejor dejémoslo en pensar como antes.
Bajo la atenta mirada de Pyros y la descentrada de Hino, Jerjes comenzó a ser rodeado por planchas de metal y a crecer en tamaño.

Pyros se quedó pensando unos instantes, primero miró fijamente a Jerjestron y luego a Hino, y así fue alternando la mirada de uno a otro durante un buen rato.

Y así, mientras que Jerjestron CENSURADO a Hino, Pyros aprovechó el momento de distracción para correr y entrar por la puerta que debía dar al jefe final, cerrándola tras de si.
Pyros se encontraba ahora en una habitación completamente a oscuras, parecía enorme, pero con esa escasa iluminación no podía determinar con exactitud sus dimensiones. Del silencio de la sala salió una voz familiar para Pyros.

Pyros no daba crédito.


La voz quedó interrumpido por los "clacks" que producían los interruptores de las luces del techo al ser activados. El nara tardó unos segundos en acostumbrarse al exceso de luz y reconocer a la figura que se hallaba en el centro de la sala, confirmando sus sospechas.

La presentación fue del todo innecesaria, Pyros ya sabía quien era, lo recordaba a la perfección, pero no podía dar crédito a lo que veía, aquello significaba muchas cosas para él.

Y Pyros se desplomó al suelo, todo su mundo se le desmoronaba, los valores sobre los que había costruído su vida se habían hecho añicos en apenas unos segundos, ese era el fin para él, estaba acabado como porreta, se había dejado un peta sin fumar.
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