jueves, 7 de enero de 2010









Nara
Pyros







Los dioses habían escuchados sus plegarias, Pyros se encontraba encerrado en la misma habitación que Folgore, uno de sus petas frustrados. Pyros se pellizcó el brazo, no era la primera vez que soñaba con eso, pero esta vez era de verdad, el moratón que se acababa de dejar en el brazo daba constancia de ello.


-¿Recuerdas este papel? -Dijo sacando un papel enorme de la espalda. -Estabas dentro de él hace unas semanas, pero no era lo sufiente bueno para ti, no, tenías que abandonarlo, dejándome a solas con él. -Dijo mientra abrazaba y mecía aquél enorme rectángulo de celulosa. -Desde aquél momento juré venganza a este trozo de papel, por haberle roto, de esa manera tan cruel, su corazoncito. Juré que algún día volverías a estar dentro y esta vez no saldrías...




Pyros agarró el papel con ambas manos extendidas hacia el frente y empezó a correr hacia donde se encontraba Folgore, un ataque muy obvio, pero el joven rubio estaba totalmente convencido de que se dejaría fumar, aquel discurso habría emocionado a cualquiera, incluso él no había podido impedir que se le derramaran un par de lágrimas. Pero Folgore no pesaba lo mismo, y aquél discurso le había dado tiempo suficiente para rehunir fuerzas y esquivar a Pyros, que corría a ciegas tapado por el papel, hacia él.



-¡Es un p*** papel! ¡¡No tiene sentimientos!!.







Aquellas palabras hicieron mella en Pyros, quién callo de rodillas al suelo, cabizbajo.

-No le escuches, no sabe lo que dice, apenas te conoce... -Dijo susurrando al papel. Los susurros de Pyros fueron cambiando poco a poco hasta tornarse en un grito cargado de furia .-¡ES HORA DE QUE INTIMÉIS UN POCO!.




El nara se levantó de un salto y fijó su mirada en Folgore, sabía perfectamente lo que tenía que hacer, el plan estaba perfectamente tramado, no había error posible, había soñado con esa situación cientos de veces, cada variante estaba pensada, no había nada al azar.


-Que comience la diversión.






Pyros cerró su mano derecha y concentró dentro de ella una llamarada, cuando no pudo contenerla más, abrió la mano, emitiendo un cegador destello por toda la habitación.

Cuando al fin recuperó la vista, Folgore vió a Pyros sentado, fumándose un peta tranquilamente.

-Hola Folgore, quiero jugar a un juego, todo este tiempo has estado huyendo de mí, asustado sin motivo aparente, hiriendo los sentimientos del papel que te rodeaba, ahora será tú la víctima y yo el que te rodee. Tienes dos opciones, huir por ese boquete que hice, o hacer por una vez lo correcto y quedarte. ¿Serás capaz de de un golpe convertir tus miedos en humo y transformarte en una nueva persona?, ¿o ellos podrán contigo y te llevarán a tu perdición?. Vivir o morir, tú decides.


Folgore debía pensar rápido, algo había cambiado en la habitación, y en Pyros, no parecían los mismos, y su vida dependía de que descubriera el qué había cambiado. Para empezar Pyros no se había avalanzado sobre él, sino que le había dado una opción de huir, muy extraño, pero Folgore estaba seguro de algo, no podía hacer caso a su consejo y quedarse, pero tampoco podía huir, Pyros había ya cotejado esa posiblidad y no había hecho nada para impedirlo, debía de ser una trampa. La única opción para salir vivo de allí era descubrir qué clase de trampa era. Folgore centró toda su atención en el boquete, hasta que al final la vió, se trataba de un Genjutsu, durante el fogonazo Pyros había sustituído el boquete por muro y había creado una salida ilusoria que llevaba directo a una trampa-porro. Folgore miró a Pyros, ¿ya está?, ¿era ese todo su plan?, ¿una ilusión mal hecha?. Folgore salió corriendo hacia el muro que ocultaba la salida. Estaba a punto de cruzarlo cuando miró de nuevo a Pyros, no se había movido, seguía sonriendo, ¿había descubierto su plan y no hacía nada para evitar que escapara?, estaba jugando con él. Había algo en aquella sonrisa, algo en aquella cara, era como si no fuera humano, debía buscar otra salida, esa conducía a una trampa, no sabía cuál pero Pyros no deja escapar una presa tan facilmente.

Folgore se quedó en el centro de la habitación, deseando volver al pasado para corregir sus errores. Fue entonces cuando se le ocurrió, la entrada por dónde había venido, si llegaba antes que Pyros podía atrancarla desde fuera, y la pared era lo suficientemente espesa como para que tardara al menos unos minutos en pasar.

-Está bien, tú ganas, me quedo. -Dijo con el mejor tono a derrota que supo poner, con el fin de distraer a Pyros mientras se acercaba a la puerta.





Cuando estaba lo suficientemente cerca corrió hacia ella y la atravesó, esta vez Pyros si que se movió, intentando agarrarle antes de que la alcanzara.

Folgore salió de la habitación y atrancó la puerta tras de sí, estaba a salvo, podía huir por donde había venido a salvo de aquél rubio. Folgore notó como una inmensa alegría inundaba todo su cuerpo, había derrotado a su archienemigo en su propio terreno, las porrotrampas, solo se le ocurría una cosa que podía mejorar aquél momento, un buen par de tetas.
Su deseo fue escuchado por los dioses, delante de él apareció una rubia de enormes pechos. Folgore no daba crédito a lo que veía, todo era perfecto, aquél era su mejor día, o eso creía el. Salió corriendo hacia la rubia gritando mogue mogue, con los brazo extendidos dispuesto a sobar aquellos pechos. En cuanto estubo lo suficientemente cerca ella le abrazó y le dijo con una voz muy familiar:

-Ya eres mio.







Una nube de humo los envolvió a los dos y descubrió la verdad, Pyros le estaba abrazando, pero entre ellos dos había un papel que ahora enrollaba a Folgore.


-Te lo advertí, te revelé todos mis planes y aún así no pudistes escapar.






Entonces todo encajó para Folgore, "¿Serás capaz de de un golpe convertir tus miedos en humo?" Le había dado la clave para vencerle, de un golpe la porro-copia que había en la habitación habría desaparecido. "Ahora será tú la víctima y yo el que te rodee" Tenía razón, él había sido rodeado sin darse cuenta.

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