
Nara
Pyros
La pelea había comenzado, tanto Kertch como el poseído Pyros se encontraban sumergidos en una terrible lucha a muerte con sus respectivos adversarios. Hino, a escasos metros de ellos se encontraba ahora delante de un adversario, de parecida estatura, rubio y con una cara bastante familiar...



Mientras que sus compañeros peleaban a golpes, Hino estaba teniendo otro tipo de lucha con su adversario, desplegando cada uno de ellos todas sus habilidades.


La tensión se podía cortar con un cuchillo, los dos adversarios estaban en medio de una épica lucha verbal, y ninguno pareciar dispuesto a ceder. Era una auténtica lucha de titanes, pero como en toda lucha, debe de haber un vencedor, e Hino tenía la ventaja de toda la práctica que había tenido con Pyros.

No muy lejos del combate de Hino, Pyros se encontraba arrancándo árboles y acercándose más y más a su enemigo, que empezaba a notar cómo le flaqueaban las piernas y cómo las gotas de sudor empezaban a recorrerle toda la cara.

Estaba ya a punto de alcanzar a su objetivo, y por consiguiente enrollarlo y fumárselo cuando, su pequeña presa, controlada por el pánico, salió corriendo hacia las puertas por las que, minutos antes, había salido. Las puertas, en respuesta a esta inesperada retirada, se abrieron de par en par, permitiendo el libre acceso, y la libre salida, a la fortaleza.
Sin pensárselo dos veces, mejor dicho, sin pensarlo, Pyros se lanzó a la persecusión de su contrincante Argus, pero algo le entretuvo al pasar justo enfrente de Hino y su especial adversario, algo muy muy familiar. A pesar de su estado de semiinconsciencia, lo poco que quedaba de Pyros pudo recopilar y procesar la información que sus sentidos le estaban dando

Una vez el nara hubo aclarado el misterio del hermano de Naruto, prosiguió con su persecución, entrando en la fortaleza por las puertas habiertas. El interior se encontraba lleno de soldados en formación, que iban llegando a cientos desde distintos puntos de la fortaleza, armados con todo tipo de armas. Pero no había ni rastro de Argus, la única pista de la que disponía Pyros para determinar su posición era la, ahora desafiante, voz que provenía de entre los soldados.

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