
Nara Kertch
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Al llegar a la fortaleza el trío había sido sorprendido por un grupo de tres individuos que los habían atacado casi sin dar explicaciones.
Kertch hizo un rápido análisis de la situación y dio instrucciones a sus compañeros para dividir la fuerza enemiga en enfrentamientos de uno contra uno. Sabiendo que su hermano sería el primero en entrar en combate debido a su impaciencia, Kertch le dejó a él que peleara contra su adversario (un tipo corpulento con el pelo en forma de pinchos) en la puerta principal, y le dijo a Hino que tratase de alejar a su contrario (un tipo con aspecto de niño rubio que le resultaba tremendamente familiar) todo lo que pudiera de aquella zona.
Entonces se paró a observar cómo el joven que él tenía delante parecía estudiar sus instrucciones con sumo interés, y asentía con la cabeza.


Kertch escuchó el discurso de su adversario y trató de recavar la mayor información posible ignorando las amenazas, pero cada vez veía más claro que aquel conflicto era ya inevitable. Habían burlado a aquel organismo durante demasiado tiempo, y al matar a dos de sus miembros habían enviado a su mejor escuadrón para acabar con ellos.
Mientras escuchaba, había aprovechado para observar el terreno circundante, descubriendo que no muy lejos de donde se encontraban había una puerta lateral de acceso a la fortaleza. Pensó que debía apañárselas para guiar el combate en esa dirección.

Sacó dos porros del bolsillo y los transformó en katanas antes de colocarse en guardia. Estaba a punto de lanzarse contra su oponente cuando se dio cuenta de que éste también estaba desenfundando una katana blanca de extraordinaria longitud.

Y a modo de explicación para sus palabras, Nathaniel puso su katana frente a si, realizó un sello con la mano que le quedaba libre y al momento empezó a desplegar un aura de color verdoso alrededor de su cuerpo.
Atónito, Kertch se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Lo que había desenfundado un momento antes no era en realidad una katana. Ahora veía claro que su color blanco se debía a que era un porro endurecido y alargado, recubierto de papel blanco común. Al aplicarle energía, en una técnica muy similar a la que el propio Kertch usaba para crear sus porro-espada, el papel se fue desprendiendo, dejando ver un extraño metal verdoso que el Nara reconoció al momento.

Después de aplicarle la onda de energía, el metal brilló con una luz verde cegadora, y desde ese momento se quedó rodeada del aura destelleante. Sin darle tiempo para preguntar por la extraña katana que portaba su oponente, este blandió la espada y dio una cuchillada al aire mientras gritaba unas palabras.

Y al acabar de pronuciar estas palabras su arma ardió en llamas inagotables por toda la hoja. Luego con un movimiento cortó el aire y un gigantesco chorro de fuego salió proyectado en una onda directo hacia Kertch, que lo esquivó usando su Tobidasu por cuestión de milímetros.

Sin darle tiempo de reponerse, Nathaniel lanzó una ráfaga ígnea tras otra directas contra el peliverde, que cada vez se veía con mayor problemas para esquivar los fogonazos. Finalmente una de las ondas le alcanzó de lleno en pleno pecho mientras se encontraba volando y lo derribó inmediatamente.

Y sin que Kertch pudiera levantarse siquiera o evaluar la gravedad de las quemaduras, la espada volvió a transformarse, esta vez electrificada desde la punta de la hoja hasta su empuñadura, y de una cuchillada vertical lanzó una verdadera metralla de rayos contra el cuerpo derribado de Kertch.
Sin embargo, no se oyó ningún grito desde el agujero carbonizado donde debía encontrarse el Nara, sino que al cabo de un par de segundos el alarido de dolor se oyó a unos pocos metros de distancia, cerca de la puerta lateral a la fortaleza.

Nathaniel se fue acercando con pasos relajados y solemnes hacia el magullado cuerpo de Kertch, y no pudo reprimir una carcajada.



Si tengo en mi poder un arma de factoría Suu, y si conozco tan bien vuestra forma de combatir es porque...
De un rápido movimiento clavó la espada en el cuerpo de Kertch, provocándole una descarga eléctrica de muchísimos voltios, y la sacó lentamente entre las sacudidas y los alardidos del joven.

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