viernes, 12 de septiembre de 2008

La verdadera historia... Capítulo 1.3






Nara Kertch














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Después de conseguir separar a su hermano del genin, Kertch oyó al rubio refunfuñando algo de que se iba a casa. Mirandolo todavía con desconfianza, echó a andar hacia su propio apartamento, en las urbanizaciones Anbu.

Al poco rato llegó, abrió la puerta de su casa y cerró con llave. Decidió que había sido un día duro, y sería agradable darse una ducha antes de cenar y acostarse. Mientras abría el agua caliente, se desvistió y metió en la bañera tarareando una melodía absurda y pegadiza.
Kertch se sintió muy reconfortado con aquella ducha de agua caliente. Pensó en que el trabajo como líder de la Anbu no estaba tan mal mientras pudiera disfrutar de momentos de paz y tranquilidad como aquél... Con el agua caliente relajando sus músculos... El chapoteo del agua al caer, tan relajante... La enorme humareda que salía y obstruía sus pulmones cada vez más... Y más... Y le hacía sentirse extraño... Y algo despertaba en su interior... Oía una risa rara, como de ave... Y notaba como empezaba a perder el control y...



-¡¡¡¡Pero qué demonios es esto!!! ¡¡Esto no es vapor!! ¡¿De dónde sale toda esta humareda?!







Antes de que ocurriera la catástrofe, Kertch salió de la ducha a una velocidad sobrehumana, de un salto y con el teléfono de la ducha en mano mientras se avalanzaba sobre los más de cincuenta porros encendidos que misteriosamente había sobre el lavabo. Tras apagarlos todos, el Nara se inclinó y observó que llevaban un sello escrito que los activaría al encenderse la ducha. Estaban muy bien escondidos tras un montón de ropa. Pero a Kertch no le engañaban. Aquella escritura... La de los símbolos... La había visto muchas veces. Esa caligrafía horrible y casi ilegible por culpa de los agujeros en el papel, provocados al caer la ceniza ardiendo de los petas. Había sido Pyros, y Kertch decidió que al día siguiente le cantaría las cuarenta a su hermano menor por la gracia.

Tras una apacible cena, en la que misteriosamente Kertch había encontrado en la cocina una radio con forma de loro verde (Sospechosamente parecido a El Yonko) y que también despedía humo y una canción titulada "la canción de porro", el peliverde decidió que estaba cansado de pelearse con tantas trampas por toda la casa, y que al día siguiente cambiaría la dichosa cerradura.

Así que se fue a la cama. Se acomodó entre los almohadones... Se echó por encima las sábanas... Y disfrutó de la brisa que entraba por su ventana mientras sentía que el sueño lo dominaba poco a poco. Al final cayó dormido... Y es curioso, porque soñó que por ambos extremos de su cama, dos largos brazos mecánicos con manos enfundadas en guantes blancos y un porro en el extremo de cada una se avalanzaban sobre su boca sin que pudiera hacer nada, y los dos porros gigantes se le introducían por la comisura de la boca mientras el humo entraba por sus pulmones y hacía que algo estallase en su interior.

Tenía gracia, porque el sueño parecía tan real... Tan real que Kertch juraría desaparecer en un mundo de tinieblas mientras la figura de un loro gigante tomaba posesión de su cuerpo irremediablemente.

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Yonko






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Kertch, dirigido por el Yonko fue el que surgió de la gigantesca humareda que se había levantado en la habitación...
Se incorporó de un salto, fuera de la cama, y se lió en un segundo un inmenso puñado de porros... Tantos que parecía imposible que pudieran caberle en la boca. Después, con una sonrisa cíncia, empezó a caminar hacia la puerta, que había cerrado con llave, y la derribó de una patada digna del más fuerte espartano.

Mientras caminaba por las oscuras calles de la Aldea, el joven poseído iba riendo entre dientes, directo a la torre del Hokage. Por el camino se encontró con una pareja de enamorados.








-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero, vida mía? No sé que haría si no estuvieras aquí. Desde que vi por primera vez tus preciosos ojos, tu precioso pelo, tu sonrisa, tu encantador acento inglés... Me enamoré de tí. Por eso, hoy que es nuestro cuarto aniversario te he preparado una sorpresa, pero tienes que taparte los ojos, ¿vale?













-Oooooh, nicee. No tendrías que haberte molestado, darling... Jaja (risa tonta).Weell, cerraré los ojos, pero no me hagas esperar mucho ¿ok? Cuento hasta trés y me das lo que tengas para mí.
Uuuuuno... Twooo... Y ....








El novio desaparece tras un enorme papel de fumar, sin darle tiempo a gritar siquiera.



-¡¡¡¡TRES!!! ¡¡¡BWAAAHAHAHAHAHAHA!!!
















-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH!!! ¿Qué has hecho con mi novio? ¡Animaaaal! ¡¡Oh my fucking God!Eh... No, espera, ¿qué haces con eso? No irás a fumarme... Eso... Es una locura... This is madness...











Kertch ya estaba preparando el peta, pero al oír esa frase se vuelve hacia la chica con la mirada cambiada de locura a ansia asesina.







-¿Has dicho madness? No sabes lo que acabas de hacer... THIS...IS...SPARTAAAAAAA!!!







La chica desaparece entre el humo y las ostias.

Prosiguiendo su camino, el Anbu llega a la torre y se dispone a entrar para fumarse al Hokage de una vez por todas cuando...


-Py py Pyr... os... ¡¡De dónde has salido!!, ¡¡Quién te ha dejado entrar!!,
¿Qué, q... que haces aqui?, ¿a que ha... as venido?. ¿Pe, pe, per... o qué haces con ese papel tan enorme?. ¡¡Hey!! n, n, n... o me mires con esa cara. Sue, sue, suel, ¡¡¡suéltame!!!, ¡¡¡Socorro!!!, ¡¡¡Alguien me ayude!!!, ¡¡¡intentan fumarme!!!, ¡¡¡Mamáaaaaa!!!...


Kertch escuchó todo esto, y derribó la puerta de un golpe. Tenía que llegar a tiempo... No podía permitir que Pyros se le adelantase otra vez... Aquél Hokage era suyo... Y solo suyo...

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