
Nara Kertch
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Kertch se encontraba bajo los efectos de la china, pero percibía lo que sucedía a su alrededor a través del delgado y borroso muro que constituía su conciencia.
Su hermano había conseguido cegarle momentáneamente, y se dirigía a toda velocidad directo hacia Aaron y su monolito.
Mientras observaba sin poder hacer nada para ayudar a su hermano, los recuerdos trasladaron a Kertch muchos años atrás...
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Kertch, con 9 años, llega a un claro en el bosque y escucha las voces de Pyros y Jack Sporrow. Se asoma entre las hojas de un arbusto y contempla en silencio el entrenamiento de su hermano.

¡¡Solo así podrás molar tanto como yo!! (le guiña un ojo)





Kertch se retira de allí sacudiendo la cabeza. Había sentido una convulsión y temía que el Yonko pudiera salir, por lo que sale corriendo hacia casa...
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Dejando de recordar justo a tiempo, el peliverde pudo ver cómo Pyros se lanzaba contra su tío, cargando en su mano una gigantesca bola de fuego, mientras éste se cubría con los brazos para no recibir el impacto.
Sin embargo, el rubio dirigió el cañonazo directamente contra el techo, causando al momento que una avalancha de pedruscos se desprendieran del techo y cayeran sobre Aaron.
Aprovechando la confusión, y resistiendo la tentación de fumar a su tío, Pyros voló directo hacia el monolito.

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El cuerpo de Pyros se encendió con un aura ígnea, completamente cubierto de llamas y se propulsó a toda velocidad contra el monolito, como si fuese un misil humano.
La explosión resultante al impactar contra el aparato causó una nueva onda expansiva, que terminó de resquebrajar las paredes y el techo de la habitación.
El desprendimiento arrojó una nueva lluvia de pedruscos sobre Aaron, lo que sumó este shock al desconcierto de sentir que el monolito había explotado, y todos los soldados que había fuera se liberaban del control.
La montaña de rocas cayó sobre Aaron, mientras Pyros salía volando para esquivar el desprendimiento. Unos segundos después volvió a aterrizar sobre los escombros del edificio, y miró a su alrededor.
Tras unos segundos de espera, la montaña de rocas que había en el suelo se revolvió con fuerza, y de ella salió el peliverde, con el control de su cuerpo recuperado y cara de malas pulgas.

-Aquí estoy, hermano... ese bastardo se ha pasado de la raya. Creo que ya es hora de darle su merec...
Tras unos instantes, Kertch empezó a convulsionar, incapaz de retener al Yonko por más tiempo.
-Vale, se acabó el cachondeo. Viendo que sois incapaces de terminar siquiera con un simple Petakage voy a ocuparme yo mismo de fumarlo, y tú vas a apartarte, desgraciado ladrón de kages.
Pyros refunfuñó que no tenía ninguna intención de dejar escapar ese porro tan fácilmente, pero antes de que pudieran seguir peleando, los escombos volvieron a moverse y de ellos salió Aaron, con una mirada de ira helada en el rostro.
-Ya me habéis cansado. Destruir ese monolito sagrado ha sido un grandísimo error, Pyros. No sabes el tiempo que he dedicado a reclutar ciudadanos para formar mi propio ejército de soldados, y ahora los que han sobrevivido al derrumbe de la mansión están correteando libres muy lejos de aquí.
Voy a mataros aquí y ahora, y luego os fumaré.
Aaron se lanzó al ataque, mientras utilizaba su chakra para moldear un puñado de porros y convertirlos en flechas terriblemente afiladas.
Un arco de oscuridad formado con energía pura se formó en sus manos y empezó a disparar una ristra de flechas directamente contra los dos naras.
-Vaaya... esos porros están cubriendo el cielo...
-Pues fumaremos a la sombra.
Para sombro de Aaron, la respuesta de sus dos contrarios fue exactamente la misma. De alguna parte sacaron dos rollos de papel enormes, y los colocaron a forma de embudo para atrapar en el aire el mayor número posible de Petas. Al terminar el embudo en una apertura más pequeña que la de la punta de las flechas, ni una de estas llegó a bajar del todo, sino que quedaron enrrolladas en masa y listas para formar un par de super-porros que no tardaron en encender.
-Oye, este tío me cae bien. Tiene unas técnicas la mar de útiles para las fiestas.
-Ya, si no es mal tipo. Lo que pasa es que se pone muuu pesao con lo de querer matarte, y dominar el mundo y todas esas chorradas.
-Ya veo...
Decir aquello fue un error, pues súbitamente los dos jóvenes perdieron la simpatía por él y volvieron a mirarlo como un objetivo a fumar.
Levantándose al unísono y mirándose de reojo, el tiempo pareció pararse cuando los dos adoptaron una pose en completa tensión, como felinos preparándose para atacar a su presa.
-Ahora en serio, es MIO. Vas a apartarte y dejar que me fume a ese Petakage o te hago picadillo. Estás muy cansado después de tantas peleas y no me durarías ni medio asalto.
-¡Oh! No me digas. ¿Eso crees? Que yo sepa tu poder también está muy limitado mientras permanezcas encerrado en el cuerpo de mi hermano. No te des ahora aires de Dios, porque mientras estés ahí dentro solo eres un estúpido pajarraco sin autoridad ni porros.
La tensión del ambiente era tremenda, y cuando Aaron trató de interrumpirla con una nueva amenaza pero ya con la voz teñida por un miedo cada vez mayor, recibió un ladrido conjunto.
Los dos se avalanzaron sobre el Petakage, pero por el camino empezaron a putearse con trampas que iban desde los simples codazos al principio hasta auténticos tornados y llamaradas al final, que hacían imposible a cada uno de ellos seguir avanzando y esquivar los ataques mortales al mismo tiempo.
-Bueno, está bien. Así no vamos a poder fumárnoslo ninguno, y el basura este se va a terminar escapando.
Ni pa ti ni pa mí. Propongo que lo destruyamos por completo, así ninguno de los dos se saldrá con la suya.
¡Pero eso no es justo! Tú ya te fumaste un Petakage. Te fumaste MI Petakage. Esta vez me toca a mí!!!
-No es verdad. No me lo fumé o de lo contrario este no estaría aquí, ¿no? Sigue vivo, luego ahora mismo nadie se ha fumado ningún Petakage. Destruyámoslo y ya nos pelearemos con más tiempo por ver quién se fuma al próximo, ahora que sabemos que la Aldea del Peta fue reconstruida en alguna parte.
Bueno... está bien... Prepara tu mejor técnica, merluzo.
Los dos acumularon las últimas fuerzas que les quedaban para disparar un chorro de energía desintegrador y aniquilar por completo a Aaron.
-Me parece que no.

¡¡DESPÍDETE SABANDIJA!!
Tras unos instantes, Kertch empezó a convulsionar, incapaz de retener al Yonko por más tiempo.

Pyros refunfuñó que no tenía ninguna intención de dejar escapar ese porro tan fácilmente, pero antes de que pudieran seguir peleando, los escombos volvieron a moverse y de ellos salió Aaron, con una mirada de ira helada en el rostro.

Voy a mataros aquí y ahora, y luego os fumaré.
Aaron se lanzó al ataque, mientras utilizaba su chakra para moldear un puñado de porros y convertirlos en flechas terriblemente afiladas.
Un arco de oscuridad formado con energía pura se formó en sus manos y empezó a disparar una ristra de flechas directamente contra los dos naras.


Para sombro de Aaron, la respuesta de sus dos contrarios fue exactamente la misma. De alguna parte sacaron dos rollos de papel enormes, y los colocaron a forma de embudo para atrapar en el aire el mayor número posible de Petas. Al terminar el embudo en una apertura más pequeña que la de la punta de las flechas, ni una de estas llegó a bajar del todo, sino que quedaron enrrolladas en masa y listas para formar un par de super-porros que no tardaron en encender.



Decir aquello fue un error, pues súbitamente los dos jóvenes perdieron la simpatía por él y volvieron a mirarlo como un objetivo a fumar.
Levantándose al unísono y mirándose de reojo, el tiempo pareció pararse cuando los dos adoptaron una pose en completa tensión, como felinos preparándose para atacar a su presa.



Los dos se avalanzaron sobre el Petakage, pero por el camino empezaron a putearse con trampas que iban desde los simples codazos al principio hasta auténticos tornados y llamaradas al final, que hacían imposible a cada uno de ellos seguir avanzando y esquivar los ataques mortales al mismo tiempo.

Ni pa ti ni pa mí. Propongo que lo destruyamos por completo, así ninguno de los dos se saldrá con la suya.



Los dos acumularon las últimas fuerzas que les quedaban para disparar un chorro de energía desintegrador y aniquilar por completo a Aaron.


